martes, 10 de agosto de 2010

Dejar el chupete (los padres son graciosos)

A mi amiga Cami le dijeron que, al momento de desprenderse del chupete, se lo tenía que dar a los patos y la llevaron a los lagos de Palermo. Recién el año pasado se enteró de que no todos fuimos a darle nuestros chupetes a los patos. Es más, ella fue la única, junto a su hermana. La sorpresa fue harto humillante, claro. A mi se me cayó por el inodoro e hicimos una ceremonia de despedida antes de tirar la cadena. Fue el principio de mi madurez: me tuve que hacer cargo del error, y crecí. A Lu le dijeron que se lo llevaban a Carlitos Bala. Lo encontró, años después, dentro de un cajón. A mi hermana se lo arrancó el perro de mis tíos y se lo comió. Ella lloró a grito pelado y tuvieron que ir, en medio de la noche, a comprar uno nuevo. Nunca se acostumbró al nuevo. Cabe destacar, para hacer más solemne el panorama, que estábamos en Venezuela. A Sol le dieron para elegir: tirarlo, guardarlo o regalarlo. Ella eligió regalárselo a la vecina (?), que era más chiquita. (En momentos cercanos a la gripe porcina, aquello sería impensable, un crimen, un homicidio culposo). La historia que le contaron a Lau es que lo arrojó desde un cuarto piso hacia un perrito que paseaba por la calle. Todos dudamos de la veracidad de este relato, porque, qué onda, ¿no? Pero fue gracioso igual.

No hay comentarios: