miércoles, 29 de abril de 2009

Te juro.

La diferencia es mínima
pero hondamente distinta.
Y por más mínima
todo cambia,
si se percibe,
se percibe fuerte,
radical, minúsculamente
fundamental.

sábado, 25 de abril de 2009

Algunas Máximas del Clima

Hacerse un té a las cinco
es como decretar la siesta
inmediatamente después,
en el medio de la cama,
olvidándonos del afuera.

El frío se convierte en bostezo.

No hay invierno sin
más sueño que el verano

Una taza de frío.

Una taza de té con leche
es el la posibilidad de ser del invierno.
Su condición de existencia
está dada por formas ovaladas
llenas de líquidos preferentemente humeantes.
Dicen las malas lenguas que
el otoño empezó a existir
dentro de un pocillo de café.
El invierno es, básicamente,
ponerse el pijama y
tener siempre a mano
una taza de té con leche.

martes, 7 de abril de 2009

Sabor!


Una PD arriba. Mi blog es así.

Un día se coló en el cine
(se quedó parada después de ver una película y
cinco minutos después se escabulló en la sala de al lado).
Esa fue la mejor que vio en su vida.
Doble felicidad:
la del escondite y la de la satisfacción.

III

Muy ella se probaba pantalones que ya sabía que no le entraban
y se ponía mal antes durante y después de la pruebita.
El invierno le producía sensaciones en la panza
tan distintas a las del verano. Sentía diferente todo: el amor, el desamor, el hambre, el sueño.
Dormir era un placer divino y despertarse un sueño.
Muy ella pensaba que nadie debía trabajar durante el invierno.
Como los osos (que hibernan).
Comía chocolate en el cine y no entendía muy bien lo del pochoclo.
Tanto ruido y tan airoso. Mejor un Tofi, no?
Sentía que los sótanos eran lugares mágicos, propios de las casas
imaginarias, o de las películas imaginarias,
o del mundo de las cosas imaginarias. Como el ratón pérez,
el rey Melchor o las fábricas de chocolates gigantes.
Creía sabiamente en la fábula de las mentitas y la coca light:
dicen algunos pocos que cuando las juntas
te explota la panza
(dicen que si se lo das a tus enemigos, no explota,
pero te divertis pensando que sí).
Muy ella era sabia por su picardía,
un día entero se pasó al lado de la jaula de su canario intentando imitarlo,
y otro día decidió armar la carpa y dormir en la terraza
para acercar un poco la sensación de vacaciones.
Le gustaba leer Cortázar en los colectivos,
a Borges en la Biblioteca,
y al principito una vez por año.
Muy ella un día tomó sol en la plaza
se quedó dormida
y se quemó toda despareja.
Después nos enteramos que un hombre
le estaba tapando con su mejilla
la otra mitad de su rostro.

Memoria



jueves, 2 de abril de 2009

Muy ella II

Se sentó en la plaza a leer el diario.
Compró Página doce y se arrepintió
desde el momento en que el canillita le devolvió
algo de plata, migajas de monedas,
pero que siempre sirven en esta época de la vida.
Qué raro esto, pensó, de que todos estemos pendientes
de las monedas.
Qué raro, qué loco, qué cosa tan pelotuda.
Todos comprando Beldent, puchos, barritas de cereal,
hasta diarios.
Cuando analizó lo de las monedas,
un tema tan superficial como grandilocuente,
decidió perdonarse por haber comprado un diario
que ya sabía que no le iba a gustar.
Plaza las Heras le quedaba grande,
sensación que ya conocía tan de memoria,
porque desde que tenía conciencia
cada cosa que no fuera minimalista y anti-gigante
le quedaba enorme a su tamaño de ver el mundo.
Entonces optó por la otra,
la chiquitita, que también está sobre las Heras,
pero que casi nadie conoce, porque los normales
van a la otra con palmeras, mate y cachorros blancos.
Se sentó abajo de un árbol y miró para arriba
conociendo el riesgo de las palomas.
Al sol corría una ventisca,
una caricia del aire que no llegaba a revolver el pelo
ni sacar mechones del flequilo
y que no le permitieran, por ejemplo, leer el diario.
Óptimo día de plaza pequeña no-las Heras.
Leyó un poco,
suspiró,
leyó Espectáculos,
Jennifer aniston no consigue novio definitivamente,
pobre. Tener a Brad y no tenerlo más,
qué cagada. Después de Brad, quién?
Ella pensó que Sean Penn
o Indiana Jones. El actor, no se acordaba el nombre.
Pero en ese pensamiento se le vino a la mente
la idea de hacer una huelga
en la plaza chiquita
que también estaba sobre Las Heras,
pero que nadie llamaba las heras,
y debería llamarse PLAZA LAS HERAS, por qué no?
Imaginó pintadas, hippies, banderas,
cervezas, policía, gritos y tambores.
Preguntó la hora
y estaba retrasada para terapia.
Dejó el diario en el banco verde,
miró al sol y se fue corriendo al piso veintidós.