miércoles, 25 de abril de 2012

PRAGA

Viaje que empezó hace cinco meses atrás, cuando sacamos pasaje.
Viaje que empieza en una ciudad que parece de mentira, pero es viaje que empieza de verdad.
Acá en Praga no se escucha ruido. Hay gente, pero al parecer, habla muy bajito. Hay transportes, pero no se escuchan bocinas. Hasta el ruido es silencioso. 
Hay perros que viajan en el tranvía. ¡Hay tranvía!, como en las películas antiguas. Y todo es extremadamente limpio. Hasta dan ganas de tirar algo a la calle, no sé, un boleto al menos, algo chiquito, pero algo que ensucie tanta limpieza. (Perdón).
Acá la casa más humilde tiene una cúpula.
Todo es señorial. Hay tantos castillos como habitantes; la casa más nueva tiene 400 años.
Perderse es un placer, doblar mal en una esquina, exquisito. Todo adoquín, todo amarillo, todo puente. Todo divino.
Somos reyes-mochileros por un rato.
Palabras simpáticas que aprendimos en checo: Potraviny (almacén), Pivo (cerveza), Bicy (Batería).
Lo fundamental ya lo sabemos decir.
Los checos están borrachos y nosotros le seguimos el apunte (pero ni a gancho los alcanzamos).





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