Una vez más compruebo que es FUNDAMENTAL vivir la propia experiencia y no dejar que las diferentes percepciones invadan las decisiones personales. Nadie me dijo "andá a Viena, es una ciudad increíble". Es verdad, no sé si increíble, pero fue un encanto de experiencia. Porque conocer una ciudad es mucho más que verla y recorrerla. Son varios factores, ¿no?: cómo estuvo el clima, si conociste gente linda, si estabas de buen humor o no, si te pareció interesante la cultura, no sé. Un combo de cosas.
Y Viena tuvo todo lo bueno: llegó la primavera, hay una buena onda espectacular, hay mucho verde, hay museo, hay salchichas. Y Mike es una pieza especial del rompecabezas: un hombre que nos hospedó en su casa, nos cocinó panqueques, nos llevó a pasear y nos hizo muchos chistes (y buenos!!). Básicamente, nos abrió las puertas de su corazón (además de las de su casa) y nos mostró cuál era la mejor heladería y nos mandó planos y mapas para llegar hasta su barrio. Un amor de persona.
Fuimos al museo Albertina (Exposición de Klimt, ¿cómo no ir?) y cruzamos el Danubio y paseamos por castillos y vimos trenes eléctricos de juguete, que eran iguales a los trenes eléctricos andando por las calles de verdad. Creo que no nos imaginábamos tanto amor en Viena.
Miren que lindo:
Pd: Estoy segura de que me compré el mejor souvenir del museo: un paquete de carilinas; cada una tiene un dibujo diferente de Klimt. Salió un euro, me siento una afortunada total.