miércoles, 22 de septiembre de 2010

Historia que pasa abruptamente a una (incierta) realidad.

Siempre quise tener un vecino que tenga
una ventana en frente de mi ventana;
que tenga más o menos mi edad y tome mate.
Entonces yo también tomaría mate,
nos miraríamos y nos haríamos señas
confusas y simpáticas  para tomar juntos mate.
Tomaríamos mates una tarde y otra tarde y una noche y otra noche,
y de repente las ventanas nos sobrarían
porque ya no las usaríamos para vernos, ¿entonces para qué usarlas?

Nos enamoramos y nos casamos en Uruguay.

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