miércoles, 28 de octubre de 2009

Como en una película de mi cabeza.

Se encontraban en un bar, pleno caballito. Ella en bici, él en taxi (llegó muy tarde, la lluvia).
Ella se sentó en la ventana, sin dudas. Pidió lágrima en jarrito. Se sintió un poco aburrida por el pedido, bastante clisé (tenía la teoría de que la lágrima en jarrito era la analogía cafetera del daiquiri, ambas infusiones sutilmente femeninas), pero más que nada se sintió muy nerviosa. Odió llegar primera, había calculado todo para que no pasara, pero no hubo chance. Él siempre fue impuntual, ni siquiera de forma planificada podía suplir lo que la naturaleza había provisto en su cronometología intrínseca.
Puteó no poder fumarse un cigarrillo, y puteó (para adentro, no había ningún rastro en ella que implicara insociabilidad) al mozo, por traer tan rápido la lágrima. Pensó: siempre son rápidos, pero hoy se fueron al carajo, cuando llegue ya voy a estar aburrida, sin café y transpirada.
Lo de la transpiración le jodía bocha. Porque, claro, lo había premeditado (cómo se nota cuando a una mina le gusta un tipo, piensa tanto) y se había llevado musculosa sin manguitas, cosa de que la "aureola" no se note, el olor no era un problema. Era aguita, era mancha, no era otra cosa.
Pero no había sido tan fácil. -¿Qué hago, me depilo con cera?... no pasó mucho tiempo, y además me da cosa, porque es como suponer que va a pasar algo, y no es lo mismo que pase o no, estando depilada o no. Una opción me deja mejor parada que otra. No, perdón, una me deja menos peor parada. Cuestión: había decidido depilarse con gillette las axilas, y punto. -"Que se joda", pensó.
Él llegó, agitado, pero manso, tibio, equilibrado (diluviaba: del taxi al bar, empapado).
Su mirada despejada como siempre, la sonrisita (y cuán lindo esos primeros ojitos, primeros segundos de encuentro, de presencia). La saludó con abrazo y beso (no muy largo, normal digamos, pero ella se quedó como abrazando y él soltó primero) y se sentó del lado de enfrente.
-Un cortadito, por favor.
Ahora sí, el hijo de puta del mozo tardó siglos. Ambos estaban como llegando, aunque ella ya había llegado hace un rato, pero llegando a ellos mismos, a ponerse más cómodos.
El tema era que no podían hablar de nada, hasta que el mozo se perdiera lejos, en la barra.
Tus cosas, las mías, la facu, el laburo, bien.
Llegó el cortadito.
Entonces ahora sí, tus cosas, las mías, la facu, el laburo, tu vieja, mi hermano, el viaje, el diario, el otro día encontré un boleto de colectivo de cuando viajamos a san telmo, te acordás? sí! qué frío hacía, tenés razón, y yo me crucé en la calle con tu prima que está por estrenar una obra! increíble, qué bien. Ya no venden más chipacitos en el subte, no sé, trato de evitar lo más que puedo ese túnel infernal, qué exagerada, ya sabés cómo soy, y vos que estornudás tan fuerte.
Estás linda, estás lindo.
Mierda, me tendría que haber depilado con cera.

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