La pregunta sobre el destino o la casualidad es harto insoportable.
Está tan trillada que siempre me opuse a pensar al respecto,
creyendo también que no pensarlo
daba una posibilidad más grande de que sigan pasando cositas
sin cargar la conciencia de responsabilidades.
Entonces hasta ahora siempre pensé que existía algo
sin definirlo, sin comprenderlo ni intentar pensarlo profundamente
pero que existía efectivamente algo que nos hacía pasar por situaciones peculiares.
Y estos días estuvieron llenos de esas ¿coincidencias? que siempre me sacan una mueca de la cara. A veces, me encantan. Otras, qué bronca.
Que el mundo es un pañuelo está tan o más trillado que la pregunta del principio.
Pero ultimamente siento que todo es parte de lo mismo.
Como que hay algo que hace que pase
algo para que todos digamos
que el mundo es un pañuelo.
Y de las abstracciones que me gusta creer
creo en la energía buena y mala, en la gente de curiosidades similares,
en alguna que otra coincidencia tierna, en el libre albedrío condicional
porque creo profundamente en el determinismo,
de todo.
Todo está libremente condicionado por las cosas de siempre:
el contexto, el lugar geográfico, la época del mundo
y creo también que a Darwin, Marx, Foucault, Chomsky, Levi Strauss, Romero, Piglia, Arendt y a todos los autores que intentan, por uno u otro medio, explicarnos algo de esta vida que está repleta de vericuetos coincidentes, les falta agregar algo así como una categoría de caudal de vida vivida o por ser vivida.
Sería algo así como un encuentro entre personas
de espíritu parecido, con intereses inquietantes y melosos,
cuyo vaiven desparrama un llamador de otras personas así.
Especiales.