Bahía es tal cual nos imaginábamos, pero más real.
Aunque las casitas de colores siempre parecen sacadas de un cuento de hadas.
Como si Peter Pan hubiese venido a construir techo por techo.
El pueblo brasilero es feliz, y, en mi humilde opinión, es muy superior a nosotros blanquitos.
Estuvimos charlando mucho justamente sobre la esclavitud. Qué loco, no? Hasta hace tan poco, esclavos.
Y ahora parecieran festejar la libertad, el sol, el cuerpo.
No entiendo cómo los negros, con esos físicos, no se rebelaron mal contra los putitos conquistadores. Aunque sí entiendo, pero digo: guau, qué mal el mundo. Patas arriba, como Galeano.
Claro también están las cosas de siempre: el pobre conviviendo con el rico, el gordo con el flaco, el violento con el pacífico.
Pueblo pasional: parejas abrazadas y peleas callejeras. El cielo y el infierno, pero todo cuerpo a cuerpo. Lo físico es bien físico.
Hay sabor, hay cadencia. El portugués transporta al lenguaje el código del cuerpo. Es genial.
Nosotros tenemos un balcón con vista al mar. Eso ya nos cambia la vida.
Desayunamos con mango y granola y miramos la quietud del agua turquesa y nos babeamos de amor.
Esta semana empezamos las clases y el cuerpo se siente liviano.
La transpíración es moneda corriente porque el aire es húmedo y cálido.
Pero corre viento y corre bien. Es muy lindo.
Nuestro barrio, santo antonio, es un poquito alejado del pelourinho. (Por suerte).
El centro es caos: música gente comida gritos turismo. Faa.
Nuestro barrio es color arbolito de navidad (con luces) y no huele tanto a cerveza como el centro.
Me pregunto por qué a nuestra ciudad no llega el Açaí, esa delicia mundana.
De viaje, me pregunto muchas cosas.
Pero mientras tanto, juego al chin chon y soy bastante feliz eh.
1 comentario:
y las fotitos???
jaja
un abrazo, Disfrute!
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