No podemos parar de soñar.
Nos estamos despertando cansados de sueños.
Dormimos pero estamos más despiertos que nunca, dormidos.
Tendríamos que dormir después de dormir para descansar de nuestras cabezas.
No podemos parar de soñar.
Se amontonan imágenes sobre las fundas de almohadones
y nos contracturan las noches de turbo, barcos y partidas de cartas.
Intentamos traducir con palabras pero fracasamos:
los sueños se nos escapan del vocabulario.
No podemos parar de soñar.
Se rebelaron dentro de nuestra cabellera
un tornado de sensaciones que, subvesivas,
nos despiertan en mitad de la noche y observamos la lluvia.
No tuvimos opción: resignamos la conciencia
a la borrachera de los huracanes nocturnos.
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