jueves, 11 de noviembre de 2010

Pequeños grandes crecimientos.

Ayer estábamos ya gran parte de los integrantes del "Grupo Comando Paul", todos amuchados en el auto, dispuestos a viajar sin prisa pero sin pausa hacia zonas verdes de pastos y recitales. Cuando de repente, out of the blue, un taxista cope nos toca la bocina y nos hace una seña inconfundible: pinchamos.
Siempre pensé que si alguna vez me pasaba eso, sin mi padre al lado para auxiliarme, iba a largarme a llorar y a bajarme sistemáticamente del auto, dejándolo abandonado dondequiera que fuese aquel suceso.
Cuestión que la Avenida Córdoba no me inspiró bajarme ni salir a correr y a llorar, sino que, todo lo contrario a mi fantasía, tuve que cruzar diagonalmente la acera y comandar el pinchado auto hacia la primer gomería amiga, que, gracias a la buena suerte dentro de la mala suerte, estaba en frente nuestro.
1º Suceso Bochornoso: no saber si hay rueda de repuesto disponible.
2º Suceso Bochornoso: no saber con qué llave abrir el baúl.
3º Suceso Bochornoso: no conocer el número de patente.
Las miradas más toscas, más machistas, más irónicas de los últimos años, y yo aguantándome la congoja interior por la bronca de querer ya estar sentada en el Monumental, viendo a un beatle, viéndolo a Paul, divertida, emocionada, lejos del olor a mecánico y asfalto de las siete de la tarde.
¿Mi conclusión del día? odié pinchar la rueda, pero estuvo bien aprender a manejarse en una situación así. Por suerte, un parche, quince minutos, treinta pesos y a otra cosa mariposa.
¿Mi otra conclusión? Nunca más nadie tiene que ver TN: ni trapito, ni barrabrava, ni 2 horas de cola para entrar al estadio: a 7 cuadras, ni un peso, y entramos en un abrir y cerrar.
Conclusión final: que la chupen.
(Amén).

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