Me acercaría al oído. Me alejaría y escucharía la respiración. Me agitaría en el aire. Me sentaría ligera, me sentiría liviana. No usaría rubor. No usaría reloj. No usaría las manos para hablar. Mi lengua sería un túnel que costaría cada palabra la luz del fondo. Mi boca, temblorosa, no trastabillaría. Mis sonidos serían lentos, como globos, como burbujas de aire que se expanden en el sonido; mi garganta un desierto que busca el agua infinita. Sería un plato de cerezas el que llevaría. Cada pequeña redondez acompañando un susurro. Por cada palabra, una cereza, una certeza, una rareza por cada secreto mío. Enseñaría alguno de mis escondites, pediría suavidad. Podría decir tamañas cosas, sólo que no puedo.
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