sábado, 19 de septiembre de 2009

De chiqui.

Solía dormirme rascándole el codo a mis papás.
Comía yogurt sólo desde la hamaca, cuando venía el avioncito
con el aventón de cada mañana en la plaza.
Me dormía cuando el auto estaba en movimiento, y en los semáforos me despertaba.
Admiraba a los chicos que se tiraban del tobogán de cabeza, pero nunca me animé.
Preguntaba por qué no había fuegos artificiales sobre el cementerio.
Dormí entre mis papás hasta los cuatro años, cuando nació mi hermana.
Pedía siempre el mismo deseo para los cumpleaños.
Decía que mi color preferido era el verde.
Sentaba a las barbies en la cama y pasaba al ken para que besara a una por una.
Veía las telenovelas de la tarde con "la chica".
Bajaba en secreto hasta el kiosko de al lado y compraba un peso en dinovo fruti.
El almuerzo se hacía en la cama grande, con bandeja, tele y coca cola.
Me angustiaba cuando mi hermana me mordía la espalda.
Soñaba con ser patinadora sobre hielo.
Llamaba a números desconocidos y los ofrecía un pack de limpieza.
Coleccionaba stickers, papeles de carta, figuritas, jack y kinder.
Me gustaba ir a la calesita sobre la jirafa naranja.
Pensaba que El Tigre estaba en otra provincia.
Tenía terror al apendicitis y a las abejas.
Creía que era muy buena haciendo muñequitos de crealina.
Dormía muy ligeramente la noche antes de reyes para verlos (ilusa).
Estaba convencida de que era la más rápida de mi grado haciendo cuentas.
En la playa, pedía sandwiches de pan con pan.
En casa, me bañaba y tomaba helado en una taza de porcelana.
Pensaba todo el tiempo qué quería ser si no era humana.
Me pasaba todos los domingos tocando la flauta en el balcón.
Hasta los doce años piqué una pelota inflable contra la pared,
inventando historias inverosímiles mientras la pelota daba golpes.
Soñé dos veces el mismo sueño: que king kong venía hasta el edificio y ese era el fin del mundo.

Un día dejé de hacer todo esto, porque fui grande. Y ahora escribo en un blog.

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