sábado, 26 de septiembre de 2009
Qué vale más
¿Ser feliz toda la vida y morir triste
o llevar una vida mediocre pero morir muy feliz?
Siempre dije obvio lo primero,
pero morir triste es como pensar que siempre
estuviste triste.
Porque una vida puede cambiar en un soplo de segundo,
una día te puede cambiar un año,
una imagen un mes,
una sorpresa, el espíritu.
Y cuando uno está triste
piensa que va a estar triste para siempre.
Y cuando uno está contento, al contrario, claro
creo que sabe perfectamente que la felicidad tiene el límite
propio de todo lo humano. Es corta.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Lenguaje
Punto cero. Acción. Ser. Decir. Cárcel. Libertad. Llave y cerradura. Existencia y clausura. La posibilidad y la negación. Razón. Pasión. Novela. Cómic. Gesto. Puesta en abismo. Gramática. Tilde. Acento. Sujeto. Predicado. Dios. Coma. Comilla. Guiño. Retórica. Máscara. Interpretación. Primer y último eslabón. Dinosaurio. Lagartija. Pez globo. Mono. Hombre. Filósofo. Profesor. Humano.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Garuando
El día de la primavera le robó
al clima veinticuatro horas de sol
a cambio de un día entero de, literalmente,
que te garúe finito.
Nota al pie: hasta hace unos meses,
yo creía que la expresión "que te garúe finito"
era positiva: ojalá no te llueva mucho, digamos,
que sea controlable con paraguas y botas,
nada del otro mundo.
Gracias a Dios, alguien me lo aclaró.
(y también doy gracias de no haberla usado nunca
en la práctica)
lunes, 21 de septiembre de 2009
Pensamientos harto graciosos.
En mi cabeza, ya tengo dos libros pendientes:
uno es sobre el amor
y el otro sobre las coincidencias.
Sin pretensiones, despacito iré escribiendo.
Quizás puedan ser uno sólo, ¿no?
Nadie más puede.
La única persona que puede apropiarse de esta estación
es aquella que tenga el honor
de tener una prima llamada Vera.
Ejemplo: X- ¿Conocés a alguien que estudie floricultura?
Afortunado- Sí, miprimavera.
Chanchan.
Ni yo me entiendo
Esconder cosas de uno,
lo hace a uno normal.
Porque fingiendo que no están,
a veces desaparecen,
o siguen estando pero,
al menos uno deliberadamente sabe lo que oculta
para tratar de ser mejor
(aunque quizás eso sólo logre
empeorarnos).
sábado, 19 de septiembre de 2009
De chiqui.
Solía dormirme rascándole el codo a mis papás.
Comía yogurt sólo desde la hamaca, cuando venía el avioncito
con el aventón de cada mañana en la plaza.
Me dormía cuando el auto estaba en movimiento, y en los semáforos me despertaba.
Admiraba a los chicos que se tiraban del tobogán de cabeza, pero nunca me animé.
Preguntaba por qué no había fuegos artificiales sobre el cementerio.
Dormí entre mis papás hasta los cuatro años, cuando nació mi hermana.
Pedía siempre el mismo deseo para los cumpleaños.
Decía que mi color preferido era el verde.
Sentaba a las barbies en la cama y pasaba al ken para que besara a una por una.
Veía las telenovelas de la tarde con "la chica".
Bajaba en secreto hasta el kiosko de al lado y compraba un peso en dinovo fruti.
El almuerzo se hacía en la cama grande, con bandeja, tele y coca cola.
Me angustiaba cuando mi hermana me mordía la espalda.
Soñaba con ser patinadora sobre hielo.
Llamaba a números desconocidos y los ofrecía un pack de limpieza.
Coleccionaba stickers, papeles de carta, figuritas, jack y kinder.
Me gustaba ir a la calesita sobre la jirafa naranja.
Pensaba que El Tigre estaba en otra provincia.
Tenía terror al apendicitis y a las abejas.
Creía que era muy buena haciendo muñequitos de crealina.
Dormía muy ligeramente la noche antes de reyes para verlos (ilusa).
Estaba convencida de que era la más rápida de mi grado haciendo cuentas.
En la playa, pedía sandwiches de pan con pan.
En casa, me bañaba y tomaba helado en una taza de porcelana.
Pensaba todo el tiempo qué quería ser si no era humana.
Me pasaba todos los domingos tocando la flauta en el balcón.
Hasta los doce años piqué una pelota inflable contra la pared,
inventando historias inverosímiles mientras la pelota daba golpes.
Soñé dos veces el mismo sueño: que king kong venía hasta el edificio y ese era el fin del mundo.
Un día dejé de hacer todo esto, porque fui grande. Y ahora escribo en un blog.
Pensando. Ups.
Cada día pienso que
hay que dejar de pensar tanto.
Pero, ¿¡¿ vieron que no se puede!?!?
es tan incontrolable;
porque cuando pensás que tenés que dejar de pensar,
hacés doble esfuerzo:
por dejar de pensar en eso que estás pensando
y por dejar de pensar en el hecho de pensar en sí.
Opciones: dormir o dejar de ser humano.
domingo, 13 de septiembre de 2009
Todo cambia o Nada
Ya había hecho todo lo posible.
Había comprado piñatas llenas de dulces y licores,
se había vestido de excéntrica exploradora
y había bailado al son de una milonga.
Se cepilló el pelo hasta dejarlo lacio,
se puso talco en los pies y en las manos.
Cambió de perfume, colonia y desodorante.
Compró pantalones chupines y tiró los pata de elefante.
Empezó a usar Colgate en vez de Close Up.
Dejó la coca, tomó agua.
Probó con anteojos, pero decidió volver al natural.
Se compró un canario y un hámster.
Les habló a sus plantas, las decoró con bichitos de luz.
Le puso sal sin sodio a cada comida,
y fabricó una nueva azucarera de porcelana.
Hizo un curso en el rojas, dos en el san martín,
tres en el centro cultural de almagro.
Se puso casco y viajó sin mochilas.
Sacó la canastita de su bicicleta.
Comió dos tostadas en cada desayuno.
Leyó Página 12 los Domingos.
Subió al tobogán y se tiró de cabeza.
Pintó su cuarto de naranja y blanco.
Estudió una carrera terciaria,
se puso un delantal y salió a dar clases.
Tomó mate todas las mañanas tempranas de invierno.
Se fue a la montaña en verano.
Dejó de hablar tanto por teléfono, se dedicó a escribir.
Racionalizó tantas cosas como pudo en su cuerpito,
se durmió temprano todos los jueves.
Probó picante y condimentos,
cocinó chipá lunes por medio.
Empezó a deleitarse con un trago mojito.
Se secó el pelo con secador,
se cortó el pelo.
Se murió el hámster y compró yuna tortuga.
Tocó flauta dulce y armónica,
sintió sombras en la ventana y cerró la cortina.
Igual, por dentro todo seguía igual.
Uno con uno
Al final uno siempre es uno solo,
y no hay con qué darle.
Los otros siempre son ajenos,
aunque estén tan adentro,
son otros distintos a yo.
A ver si me explico
Me gusta cuando en las películas
(sólo pasa en las buenas,
o en las malas también pero de manera muy trucha),
en algún momento (probablemente antes de una muerte,
o en una escena muy romántica),
uno de los protagonistas dice un secreto al otro,
y sólo se llegan a ver las caras, la oreja, les gestos de emoción, de afirmación, de entenderse por completo.
Los ojos están cerrados y la cabeza dice que sí con un movimiento sutil.
Y después de todo el argumento, cuando finalmente se resuelve la trama, vuelven a pasar la imagen del secreto, pero por fin se escucha lo dicho y ahí está todo;
descriframos el misterio y también comprendemos los gestos de complicidad y entendimiento eterno,
y nos ponemos en la piel del personaje, y cerramos nuestros propios ojos y hacemos movimiento de cabeza como afirmando, reafirmando el sí de ellos.
Emociona porque es esa cosa única
que sólo se puede decir en secreto.
martes, 8 de septiembre de 2009
Domingo y muerte
Mil veces lo soñé.
No lo pude evitar, desearlo.
Imaginar, convencerme, tranquilizarme.
Llorar los viernes, llorar los sábados.
Los domingos, morir.
Buscar en colectivos, en bares,
desde ventanas y balcones.
Mirar en internet,
buscar parientes,
leer ediciones viejas de diarios.
Sacar y poner fotos en el corcho,
descorchar un vino y tomar sólo una copa.
Leer fragmentos de novelas que quizás
podrían ser las mías.
Comparar la ropa, probarme camisones,
dormir en la cama del lado derecho,
acurrucada entre la sábana y la almohada.
Salir con la bici,
soltar el manubrio,
desabrocharme un botón,
prender una vela,
mover un mueble,
barrer el polvo,
sacarlo de enfrente,
y que sea lunes,
y volver a vivir.
Marxismo barato.
La televisión es al mismo tiempo
un recurso público y social de la comunicación de masas,
así como un elemento de la potencia máxima de alienación
de la división social de clases que sólo pueden quejarse frente
a una pantalla plana de treintaydos pulgadas.
Cualca.
Un mosquito en una noche veraniega
me da bastante bronca, en general,
pero en una noche como estas,
de acolchados pomposos, y sueños pesados y gomosos,
arranca lo peor de mí.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)