lunes, 8 de diciembre de 2008

Precalentamiento

Río
Asfalto y mar son como uno, sin ser desagradable.
Hay edificios, restaurantes, rollers, patinetas,
gente del hip hop y maletines negros desparramados.
Hay infinidad de palmeras que empapan
los boulevares que empapan los puestitos de licuado.
Hay cocos. Muchos cocos. Tantos cocos.
Los cocos salen dos reales y se toman directo
del coco.
El agua de coco es como agua
sólo que es más divertida de tomar.
Por todo esto, uno se siente en Río de Janeiro.
Pero uno también se siente en Miami,
por las palmeras y las callecitas de tinte elegante sport.
Los colectivos van por la avenida costera,
así como las bicicletas y los que las manejamos
(esa!).
Andar en bici allá es hermoso y aburrido.
Hay senda de bicis, y no hay calles aptas,
entonces es andar o morir o andar
por la bicisenda ¿Se entiende no?
Los brasileros juegan todo el día
al beachvolley.
Creo tener la certeza de que allá el porcentaje
de contracturas
es desaforadamente menor.
Las sonrisas abundan
más en Copacabana, menos en otras partes.
Las favelas se llenan de luces navideñas.
Navidad en Brasil es una época
importante, muy importante.
No te dejan irte de ningún lugar sin desearte
(feliz navidad).
Las favelas dan ganas de vivirlas.
Yo las observaba desde el Sheraton.
Una tarde escuchamos disparos y gritos,
y a la noche vimos las lucecitas navideñas otra vez,
en Río todo empieza otra vez.