jueves, 18 de diciembre de 2008

ella y él

Enciende una vela aromática cerca de su nariz y despacio
la apoya en la pierna de él. No cae cera ni tampoco desprende olor.
Tiene consistencia agradable, como de gelatina porosa y suave.
La sopla con aliento húmedo y no la apaga. Él la ayuda y la sopla también.
Se desvanece la velita aromática que no desprende olor ni cera.
Se desvanece cerca de la mesita de luz color beige.
Por la ventana pasan las horas y la lluvia, ambas lentas y románticas.
Los dos recorren con la mirada los ojos del otro. Hay conexión entre ceja y ceja.
Se besan los dientes con frescura colgate.
Se besan la lengua mil veces y derrochan saliva.
El cuarto sería así: la mesita de luz beige
y la velita deshecha sin olor ni cera, casi invisible ya
prácticamente inexistente
y el resto de las cosas (incluidos ellos tres).
El tercero es el canario marrón con alas blancas
que revuelve sus alas dentro de la jaulita beige.
Ella es una chica de los noventa, con el pelo como así y los posters como asá.
Él es motoquero, podría ser camionero, pero tiene una moto.
Andan los dos en rollers por palermo cada martes
y un domingo por medio comen en la Farola de Núñez,
ñoquis bolognesa.
Y en su mesa una velita aromática.