lunes, 6 de febrero de 2012

V. SANTA TERESA



Mal llamado "parque nacional", Santa Teresa es una reserva construida en manos del hombre. Todo ese territorio era antes dunas y roca y los militares los transformaron en árboles y pasto y zona de camping. Aunque en general cualquier paisaje selvático es caótico, este no lo es: su organización remite a una estricta política militar de orden y disciplina. Palmera-árbol-palmera-árbol-palmera-árbol. Carteles, flechas, mapas. Todo señalizado, subrayado, explicado. Cada zona de los amplios kilómetros que contiene el parque tiene su letra y su número. Nosotros dejamos la carpa en D109. La zona "d" es a 5 cuadras de la playa, tiene un almacén modesto y no cuenta con luz. Sólo la zona "a" cuenta con electricidad para todos, pero es más cara. Y además tiene su onda no tener luz a la noche, como todas las demás noches de nuestras vidas. Nos autoimpusimos la oscuridad. 
En el parque no había nadie de improvisto; ninguna carpa sin cubre-techo bien tirante y canaletas alrededor. En general, la gente iba con autos o casas rodantes y se armaban flor de ranchos con conexiones de cables y toldos y parrillas modernas. 
Nuestra carpa era, lejos, la más insignificante. Casi que no se distinguía del pasto. Sin cubre-techo ni auto ni cable, nos fuimos armando el rancho para sobrevivir con lo menos posible. Y funcionó bárbaro. Cuanto menos tenés, menos necesitás, ¿puede ser? La alegría era estar en la playa en la carpa en el bosque, todo junto.
La cosa es que hacer fuego a la noche y mirarlo y mirarlo y mirarlo es una de las mejores hipnosis del mundo.
Me gusta sólo como me gusta el fuego. 
Adentro del parque hay un zoológico, una fortaleza y una laguna de agua negra. Creo que la laguna está afuera, pero digamos que esos son los puntos de inflexión de la travesía. La laguna estaba lejos y no fuimos, pero pudimos deleitarnos con el MANDRIL CULO ROSA y el CARPINCHO AMERICANO que dio gusto. Ese mandril era un mono fulero que estaba enojado con un turista que tocaba la guitarra. Entonces daba vueltas en su jaula meneando el culo como loco y se tiraba sobre la reja mostrando los dientes para asustar al hippie-toca-viola.
Acá una foto:

El último día hicimos una picada en la playa, a eso de las seis de la tarde. Fue claro: el hecho de estar frente al mar, con el sol bajando, de vacaciones, hicieron a la picada una más rica de lo común. 
Dormimos temprano todas las noches, después de cocinar, mirar las estrellas y escuchar el silencio.
No había ruidos ni gente ni nada. Era todo cielo y mar.
La playa de noche era espectacular aunque las piedras no eran aptas para los mimos. 
Nuestros vecinos de carpa es un acto heroico nos regalaron sus lamparones (bidón de agua más vela) y su leña, así que la última noche hicimos un guiso tremendo.
Antes de dormir, mi picó una hormiga gigante y carnívora. Es obvio: es picado aquel que tiene miedo.

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