La cebolla de verdeo le salpica el ojo
y un repasador cuadriculado de dos pesos
la calma cual caricia de aloe vera.
-Once, lo compré en once.
Este y el tupper azul.
Abre un vino.
Nunca en su vida había abierto uno.
-Nunca abrí un vino antes.
Se ríe, se empieza a reír sin parar
y tiembla.
Tiembla porque sabe
y por saber, tiembla y ríe.
-Sí, tengo un poco de frío. Pero ahora se me pasa.
La noche puede terminar y ya
o con la noche pueden empezar
días y noches nuevos llenos de
cebollas de verdeo,
incluso hasta ajo.
Pensar en el ajo
le hace arder el ojo
la hace sonreir
y seguir pensando.
-Sí, el parque centenario está cada día más lindo.
El vino vuelve púrpuras sus labios
y los de él también.
Él no toma vino.