Ella estaba sobre tacones altos
y él la miró fijamente,
sus mejillas se sonrojaron y un espiral
de rosada coloración la invadió.
Casi sin maquillaje,
las persianas yacían bajas,
y la Avenida Corrientes
subía por el balcón, y el ruido,
y el suelo recién encerado
y un tango silbando bajito,
desde una disquería vieja,
todo flotaba en un espeso aire.
El tarro de helado chorreaba vainilla
por sobre el telgopor derretido.
Ya no había luz en la habitación,
la ciudad se apagaba,
cuatro pupilas brillaban
sólo cuatro se propagaban y
miles de millones de pestañas
se lanzaban al aire por segundo.
Un mosquito y otro.
El ventilador hacía ruido,
y el despertador. Tic Tic Tic Tic.
Silencio.
Tic Tic.
Pestaña-
Tic Tic Tic Tic.
Un grillo.
Mañana.