domingo, 13 de mayo de 2012

PULA

Pueblo pesquero en la punta de Croacia, el mar Adriático nos recibe más azul que nunca. Esta ciudad es pequeña y grande al mismo tiempo, está descuidada y todavía no entiendo si me gusta o no. Al parecer, la gente del pueblo tiene un convenio secreto: se comen a las personas de entre 18 y 30 años. Nosotros, al estar sólo tres días, evitamos participar de la ceremonia antropófaga, pero estamos seguros de que la misma tiene lugar al menos una vez por semana, ya que no vimos un sólo joven durante nuestra estadía.
En Pula hay una réplica del Coliseo romano; hay gaviotas y murciélagos, hay atardeceres de película, mozos dispuestos a matar o morir porque te sientes en su mesa. Es una península remota con grúas que cubren todo el puerto, haciendo de la hermosa vista una mezcla entre horizonte y cemento con piedras.
Amanecer en Pula es divertido: la ventana te muestra el mar y el sol. Así cualquiera.
La verdad, acá no hay mucho para hacer. En el mapa figuran lugares que no son, calles que no están, fuertes que ya no existen. Igual, difícil es pasarla mal: siempre hay cerveza, siempre hay comida típica (unos deditos de carne que se comen con ricota y pan) y el clima está con calor y vientito, sabroso.
Javi no paró de decir que estamos en Italia, y tiene razón: hay una influencia tana dando vueltas por el aire. Conocimos a Luigy, el cocinero del bar a la vuelta de casa, bigote y panza prominentes. Él nos proveyó de carne y cerveza local.
Cuando pasamos por el museo de arqueología, fuimos testigos de un "happening": una performance bizarra, con gente que tocaba instrumentos y corría sacada por los pasillos del edificio, que mantuvo el beneficio de la duda por estar hablada en croata. Igual, yo estoy segura de que era malísima.
Todo cobró sentido en el momento en que llegamos a la playa. El azul del mar es impresionante y la transparencia del agua en la orilla es irreal. Las piedras duelen en los pies, pero no nos importa, porque estamos en Croacia.
No sé cómo pero nuestro inglés empeora con los días. Creo que son las ganas de hablar español. Igual, sonreímos y señalamos y la gente nos entiende, así que no hay problema.





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