Ciudad con luz propia.
El mundo de la mezquita.
La tierra de la pashmina.
La meca del Baklava.
En Estambul, sin llover, llueve. La niebla cubre las montañas y el Bósforo y achata la ciudad: la bruma trae cerca toda la inmensidad de los palacios. Sin embargo, todo parece lejos y al lado al mismo tiempo. Quizás es la emoción, que no permite diferenciar entre calles (mares) con gente que se cruzan iguales a sí mismos en domingos o martes. La ciudad no cambia con los días, vive en movimiento, como un símbolo infinito de vida.
Todo se luce entre miradas y gritos. Sí, la gente habla enojada, con tono rudo y mirada libidinosa.
Estambul es un gran mercado. Toda la ciudad está a la venta. Las casas son negocios, los edificios comercios, hay ferias que derrochan chucherías en todas las esquinas. Y el regateo no tarda en aparecer. Los vendedores dicen un precio, vos decís "no thank you i'm just looking" y siempre conseguís la misma respuesta: how much would you like to pay? Es así como, de repente, nuestro locker se llenó de cosas completamente innecesarias.
La comida, sin importar qué es, está recubiera con algo verde. Es raro comer verde, pero puedo asegurar que queda bien y hasta es rico. Hay una comida típica en particular, se llama "Kumpir", que pienso implementar para la vuelta a casa: papa asada rellena de todo tipo de cosas. Es simple, caliente, barato y llenante. Lo mejor.
Hoy sí llueve. La ciudad se pierde entre su bruma. Y así, medio transparente, sigue siendo igual de hermosa.
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