Ya lo dijo jarabe de palo, todo depende.
Para mí 24 años son unas cuantas chocotortas memorables. Son fotos que tenemos impresas en papel soplando bien fuerte y con los ojos cerrados o pidiendo deseos. Son cartas de amor y deseos de amor. Son días de festejos y protagonismo que aprendemos, en la medida de lo posible, y de acuerdo a las capacidades de cada uno, aprendemos a disfrutarlos y a vivirlos como deben ser vividos, con alegría. 24 años son muchos y pocos años. Siempre en comparación y siempre sin comparación. Es mucho porque son nuestros únicos años vividos y es poco por lo mismo. Y asimismo pasa con nuestros conocimientos en estos años. ¿Qué aprendimos? algo aprendimos. Algo más sabemos, algo más que ayer y algo menos que mañana (queremos creer, debemos creer). El tema, lo importante, es que vamos aprendiendo.Y así seguimos cumpliendo. Y así también vamos desaprendiendo. Además, bailamos. Bailamos porque estamos en el baile y algunos bailamos porque queremos bailar, como nos salga, pero lo mejor posible. Entonces cumplimos años y la gente nos da más besos que siempre y nos regalan más mimos que nunca.
Nos damos cuenta de que se nos va afilando el gusto y desafilando la puntería: tenemos los ojos más abiertos pero igual vemos para el culo. Vemos con nuestro lente propio que vaya a saber uno si refleja algo parecido al de al lado. Pero qué importa, ya nos damos cuenta de que lo importante es poder salir a festejar cualquier cosa. Cumplir años es pensar en los nombres, en los momentos que no se borran con los lavados. Cumplir es ir sintiendo. Es darnos cuenta de que vamos sintiendo distinto algunas cosas. Y eso ya está bien.