No. Solo no, yo quiero con vos,
acá los dos juntos, así entre la neblina
y el gris parisino.
Esperame, acercate, no te alejes tanto.
Hay mucho mundo acá adentro
y allá afuera es peligroso estar solo.
Tu mano, mi mano, es ya como mía.
No me la saques, egoísta.
¿Cómo hago si no me acaricia dentro
y fuera las sábanas ásperas,
sin tus suavidades matutinas?
Esperame y saltamos juntos,
quién sabe. Quizás allá estamos mejor,
sin tantas barandas ni trajes.
Ni botones ni ensaladas,
esperame en la esquina de siempre
y comemos fondue.
La gente sale a borbotones por cada arcantarilla.
Ratitas, rechonchos, pochoclo, barriles.
Las ciudades nos quedan grandes
y las oficinas chicas.
Entonces, vamos de a pasitos
agigantados hacia el mundo del otro lado,
al otro lado del mundo de la mano
de la mano del mundo del otro lado,
porque hay que haber ido y vuelto
para saber que sí se puede
ir a otro lado,
y volver mejor. Sin tanta baranda.
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