martes, 10 de febrero de 2009

Luz y su peca.

Ella tenía una peca cerca del ojo izquierdo
y le gustaba mucho decir que ese era su detalle.
Lo había leído en Milan Kundera
y se había quedado con la impresión de que
todos debían tener uno.
El de ella era una peca. Un manchón marrón claro
que caía sobre su mejilla superior
rozando pestañas y alguna que otra lágrima.
La peca era su luz,
la luz de luz, su peca.
La dueña de la peca
pecaba de alegría,
de delirios de grandeza,
empachada de zandía.
Hasta que un día
empecinada en hablar de su detalle
se dio cuenta de que de tanto repetirla
la palabra peca dejó de tener sentido
en su vida detallada.
Ya no entendía su significado,
se le volaba de las manos su contenido,
como un bichito de luz (volador).
Esto era muy grave. Su resplandor ya no sería.
Habría perdido su detalle
y sola se sentía, luz ya sola estaba.
Se quedó con bronca, enojada
entre peca y peca este asunto la sucumbía,
hasta la médula la embatataba.

Fue hacia el año mil992
cuando Luz se acostó en su cama
y decidió no pararse nunca más
hasta recobrar el sentido de su ser,
y fue así como, también,
se convirtió en la mujer más
pecaminosa de la historia,
ya que aprovechó su estadía en la cama
y comenzó a pecar de viciosa,
llenándose de clientes cada día.