Un ombligo vertical,
un ciempiés que se acerca puntiagudo.
Me aquieto, todo alrededor
parece moverse conmigo.
Nos vemos, nos reconocemos
y la bruma hace de las suyas.
Aunque quiera, París no puede esconderse.
Nos perdemos pero las campanas
suenan y me gusta cuando no demandan nada
sólo escucharlas.
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