Que esta semana dejé de trabajar, y las despedidas tienen ese sabor semi-amargo de algo lindo que se va y algo nuevo que viene. Nunca estuve de acuerdo con "más vale bueno conocido que malo por conocer", ni con ninguno de esos dichos prefabricados del siglo de la carambola. Sin embargo tengo un poco de llanto atragantado porque voy a extrañar algunas cositas simpáticas, como jugar al hockey en el pasillo del segundo piso, llenar mi bandeja con las milanesas de Nilda, tirar la pelotita ida y vuelta ida y vuelta ida y vuelta, y a wense.
Además estoy terminando la facultad. Siempre me reí de la gente que entra en crisis cuando está por recibirse, pero ahora estoy acá y tengo el rabo entre las patas. Tengo la impresión de ir permanentemente a contratiempo, y esta vez no podía ser la excepción. Me propuse antes de viajar terminar con las 4 materias que me quedaban pendientes. Poco y mucho al mismo tiempo. 1) Es febrero, no quiero hacer nada. Nadie quiere hacer nada. Debería ser ilegal hacer algo. (me acabo de dar cuenta de que ya es marzo, qué importa, este es un ejercicio de auto-análisis, nadie puede criticarme, estoy en una dimensión desconocida, perdí la aguja en el pajal). 2) No, no es nada poco. 3) Es mucho: cuatro materias, es decir. Un final. Mi último final. Estética: Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger y la puta coseidad de la cosa. Me pregunto, en serio, si esa gente tenía algo de tiempo para ir a la plaza o hacer el amor. Una y otra vez me contesto que debía no interesarle mucho todo eso, de la vida. Sigo, dos monografías (ok, aceptable) y portugués. A pesar de parecer lo más pelotudo, portugués es lo peor. Todo el mundo dice que es difícil, que hay que llamar a un profesor, que si no cursás no aprobás. Y me gratifiqué sabiendo que, en el caso de que te vaya mal, siendo la última materia antes de recibirte, podés pedir una mesa extraordinaria para volver a intentar. Bueno, qué pasó: rendí ayer y pienso que me fue bien. Es un horror: ahora tengo una ilusión que antes no tenía. Por dios. Fui sabiéndome desaprobada y ahora ansío que pasen rápido dos semanas para saber si efectivamente me bocharon o no. La espera es la angustia del infinito. Tres horas, quince páginas en portugués y una cabeza que dejó de funcionar para siempre.
El viaje es mi norte. Quiero estar en Praga, quiero pasear por plazas de castillos y saltar adoquines de miles de años de historia. Me aterra casi todo: que no me dejen pasar que no llegue mi equipaje que la crisis europea que me duela la espalda. Y la cosquilla del miedo se vuelve toda amor y expectativa. Así que no importa nada de eso.
Otro dolor de cabeza: Macri. No puedo ni hablar de él, en serio quisiera que alguien que lo banque con convicción venga a la esquina de mi casa y juguemos a rompernos la cara, porque hablando no nos vamos a entender. Devolvió los subtes, madre santa. No tengo palabras.
No sé, estoy así. Tan así que ni tengo ganas de tener nuevos útiles escolares ni de ver comedias románticas. No quiero chocolate porque hace calor y me gusta el asado pero últimamente todo me cae medio mal a la panza.
Estoy nerviosa. Quiero llorar. Me río sola en la ducha. Canto Ricardo Montaner y me emociono.
Quiero abrazarla a Belén. Tengo ganas de agarrar mi bicicleta. Tengo ganas de no tener expectativas. Tengo todas las expectativas del mundo.
Chau me voy a escuchar Ricardo Montaner.
Chau me voy a escuchar Ricardo Montaner.
3 comentarios:
Y se nota que un toque te sobra el tiempo por el tamaño del post
BATMAN! un comentario dogui's style.
Que problemáticas que andamos por estos días, la solución a todo es dormir.
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