Salí en el bondi que me llevaba al aeropuerto con el tiempo correcto pero, como no podía ser de otra manera, en el medio del camino había una fiesta a medio terminar que retrasó 40' el tránsito. Llegué 20 minutos antes de que se vaya el avión. Lo peor de esto es que nada me deja la situación:
ni lección, ni moraleja; volvería a tomar el colectivo a la misma hora para tratar de sacarle un conejito de la galera a las eventualidades humanas.
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