Todo lo demás estaba impecable. Tres lámparas, una roja, otra amarilla, otra verde.
Cada una en un ambiente,
cada ambiente en una ventana
y un semáforo que nunca vi pero tuve ciertas imaginaciones sobre sus luces.
(porque los mismos colores de las lámparas, no? un poco, se entiende).
Cuestión que nadie perdió ningún tiempo
y el tiempo se hizo largamente corto. Casi lo mejor.
Y cuando sonaron las campanas, las ventanas seguían apagadas
y los porteros brotaban de las avenidas doble mano.
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