domingo, 14 de febrero de 2010

Una feliz infancia (III)

En séptimo grado use corpiño por primera vez.
Era un top blanco con un dibujito de Mafalda.
De lo más simpático.
En mi vida ese top fue una revolución.
Fue un salto hacia algo nuevo y desconocido.
Un aire de sexualidad, de femineidad, de crecimiento.
Ojo: al corpiño nada lo rellenaba, claramente,
yo era una tabla de planchar pero no quería quedarme afuera de la pre-pubertad emergente.

Ese día llegué al aula primera y al instante
entró mi compañero, Eitan Abelson.
Eitan, ocurrente, se acerca y me dice.
-Juli, estoy orgulloso de vos. Ayer con los chicos estuvimos hablando
y todas ahora se la dan de grandes y usan corpiños que no rellenan.
Y dijimos que la única que no usa sos vos, así que te felicitamos.

Colorada como hasta el día de hoy me pongo,
le sonreí y me fui corriendo al baño a esconder la tirita del corpiño
por detrás de la manga de la musculosa.

Al día siguiente junté coraje y, ya más cómoda con mi nueva adquisición,
fui y le dije a Eitan que había empezado a usar corpiño justo ayer.
Él, contra todos mis pronósticos, me dijo:
ah, te queda bien.

No hay comentarios: