Que no supe cómo decir todo lo que tenía acumulado en algún lugar muy adentro de mi cuerpo.
Mi sensación palpitaba entre mi piel y mi sangre. Ambas, sentía yo, estallaban sobre mí, adentro mío, conmigo en mí. Estallábamos mi sangre, mi piel y yo, y enchastrábamos todo alrededor de una sustancia color verde musgo y fucsia. Estallábamos convirtiéndonos en algas, en tripas, en miel con menta. Estallábamos como fuegos artificiales y como chasqui boom y como granada canadiense.
Que no supe escupirme la verdad sobre la cara. Fue como que hice un buche y me lo tragué. Tengo la teoría de que los buches hacen mal. El buche se hace bola la bola pelota y la pelota se vuelve angustia y dolor de panza. Mejor andar escupiendo por ahí.
1 comentario:
aló!
Sí. Preferible andar escupiendo.
Si el otro se asusta que se maneje.
El horno no está pa bollos
pa andar ocultando nada.
ES una cuestión de respeto. No?¿
Conociéndole prácticamente la nada,
le sigo recordando que no es fácil ver a los barcos comvertidos en chocolate.
Esa es la metafísica. No hay más que ella.
Inspira volver aquí.
Unos mates carnavaleros?
Mi abrazo.
y feliz cumpleaños!
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