El día empezó en EL GRECO. Punto de encuentro de Primera Junta. Con el Sarmiento a Merlo, al 136 ECOTRANS en la plaza. Como siempre, nuestros tempos increiblemente sincronizados con el azar y los astros. Llegamos y llegó y viajamos.
Navarro fue como una laguna divina llena de lluvia espantosa. El camping espacioso y descampado a la vez nos empujó hacia Mercedes.
Antes de partir al nuevo destino, comimos empanadas caseras en el umbral de un kioskito en el que compramos Twistos, manzana grande, carilinas y chocolate, paulatinamente. Después pasamos por el no-hotel, el hotel que nunca fue y que no podría haber sido.
Nuestro destino era Mercedes.
Nicolás, un desconocido simpático para mi, nos recomendó un hotel alojamiento, y después de varios llamados y varios kioskos encontramos nuestra locación: calle 32 entre 25 y 27.
(qué lindas son las calles que saltean de a pares, no?). El micro navarro-mercedes lo dormimos con mucho placer. Y previamente sufrimos por un potencial secuestro extorsivo.
Llegamos y una señora muy pituca nos llevó a nuestra habitación.
Qué placer. Como dijo mona: "tele y cucharita". Comer, dormir, caminar. En eso estábamos.
No perdimos la oportunidad de degustar las hamburguesas de "don hamburguesa" (como un hombre papa dibujado sobre una camioneta), entrar a la iglesia, sentarnos en la plaza con los perros oriundos y hasta fuimos a una pulpería.
La pulpería fue increible y completamente inusual.
Me gustaría recordarla siempre, porque fue como una experiencia irreal.
Botellas, miles, llenas de telarañas, gauchos, bandoneones, el maestruli de susana giménez sentado en una mesa, cervezas, empanadas fritas caseras y mucho olor a bodegón.
Nuestra habitación se llenó de humedad y fragancia a amor.
(una pulpería de carne y hueso. de pulpo y hueso. de vino y hueso).